domingo, 21 de agosto de 2011

DIARIO

Enero 3, 12:30. Medio metro de nieve. Los copos interminables son una prueba de fuego para la paciencia. Parece que todo se extinguiese, que nada fuese redimible.
Sobrevivimos inmersos en la atmósfera lóbrega de una guerra cada vez menos lejana, cuanto que más funesta, sometidos a un día a día de estrecheces sin cuento. Es imposible vislumbrar aún el final de esta demencial aventura no obstante, cuánto recelo me provocan las cada vez más frecuentes incursiones del enemigo en nuestro espacio. Esquiva y retraída conduzco mis “pautas” sociales entre gentilezas acartonadas y vacuidades de mercado. Los escasos hombres, vejetes de agarre agresivo - e ideas “impropias” - me miran sin interés o en algún caso con afanosa lascivia. Ellas en tanto, pandorgas embuchadas de papa hervida, sinuosamente voluptas de torrentosa arrogancia, cuidan de sus maridos como un perro de su hueso. Los solteros, como una hipótesis descartada sólo atinan, sin gracia ni destino, a un deambular alcoholizante por rincones y callejuelas infectos de corrupción. Esta impotencia ante un mundo dominado por fuerzas inconcebibles y primitivas acosa mi razón y me provoca horror. No soy sofisticada, ni linda ni atractiva pero desearía afirmar mi vida aislada, deslumbrarme con los matices, sumergirme en paisajes bellos. Bañarme… ¡oh¡ quimera.
Mimo, en horas de la tarde se devoró un gorrioncillo congelado. Ha comido más que yo seguramente.

Enero 14. 23:56. Nos hemos convertido en una gran mancha blanca. No hacemos sombra. Largas colas para proveernos de sal, aceite, arroz. Todo está racionado por los señores de la guerra. Los coches que circulan por las calles son prácticamente los mismos: Oficiales con los soldados en el pescante y su estruendosa custodia de motoristas armados hasta los dientes..
Hoy me amonestaron severamente. Soy motivo de vergüenza para mi esquelética familia. En horas de la noche, en que debería dormir para recuperar fuerzas, me permito escribir cuentos y esbozar proyectos literarios que palpitan en mi cabeza embrollada. Me levanto agotada: grave pecado en estos tiempos. Anna descubrió algunos manuscritos y (la tonta) dio la alarma... Excepto tú y mis libros todo se ha constituido para mí en un páramo desestimulante.

Enero 21. 06:10 El frío es insoportable y escasea el carbón.
Ayer Borja me llevó a los fondos de su negocio, llenó la habitual bolsa de carbonilla y me la mostró al tiempo que posaba descaradamente una mano en sus zonas... Intente correr pero me impidió todo escape cerrándome el paso con su corpachón de caballo. Me amenazó con que me cortaría los suministros. No tuve opción. Me tapó la boca y me volcó entre los cascotes oscuros. Odio a los hombres más que nunca, los odio, malditos, insensibles, desgraciados asquerosos…

Enero 23. 23:56. Los fatigosos y rutinarios deberes domésticos son prioritarios: “Vamos haragana… alimenta esa lumbre; pela las chauchas de una buena vez que pronto llegarán tu padre y tu baldado hermano, descalabrados de tuercas ajustar y bombas sellar para mayor gloria de nuestro “amado” Führer. Bien sabes que seremos objeto de rezongo si la comida no está lista. Limpia el excusado con más cuidado, so holgazana; cámbiale los pañales a los mellizos y sécalos cuidadosamente antes de hacerlo ¿has entendido?... Es-cri-to-ra, habrase visto.”
Mi vida intelectual cuenta no más que para mí. Vivo en una prisión pero mis personajes vuelan y se escapan. Llevan en sus vientos el ignoto destinatario de mi amor.

Enero 26. 01:13 Odio la luz del día, me duele mucho defecar, sangro. Trato de sobrellevar todo con buen ánimo. Mamá reza constantemente. Creo que de seguir así perderá la razón. Con un pretexto bien elaborado (a cambio de otra obligación) no he vuelto al maldito dispensador…

Enero 28.08:25.Hoy el sol calienta tímidamente.
He escuchado por ahí que estamos retrocediendo, que algo así como que la “campaña del Este” ha sido un fiasco. Los chicos enrolados que vivían en las manzanas próximas no han vuelto. Recuerdo sus marchas triunfales, con su propio demonio dibujado en aquellas caras lampiñas e impasibles. Ayer he visto un crucifijo enorme cabeza abajo y una campana centenaria desplomada sobre un pobre burro de tiro. No hay nada misterioso en la vida, sí lo hay en lo inexplicablemente estremecedor.

Enero 31. 11:16. Llueve y nieva, nieva y llueve.
Noche y día, gris y negro. Negro y gris Le tengo miedo a las estrellas, su frialdad acentúa el espasmo bronquial. Hago fiebre y tirito intermitentemente. Falta agua fresca. He notado en el Mercado movimientos furtivos de hombres y mujeres. Todo se compra, todo se vende. El hambre…

Febrero 3. 20:10 ¡¡ Nos están bombardeando ¡¡ El pavor me impide sostener la pluma.
Esas sirenas…Felizmente alcanzamos el refugio. En la atropellada fueron aplastadas varias personas. No hemos convertido en animales. Sólo nos rige el instinto.

Marzo l8. Hace varios días que prácticamente no salimos del bunker. La familia se ha disgregado y si bien me doblega la pena son más fuertes los automatismos que estimulan mi deseo de vivir y superar la tristeza paralizante. Prácticamente no se puede salir a la calle. Nos bombardearon por tercera vez en el día. Mimo ha desaparecido como todo lo no humano que puede consumirse. He visto un individuo enjuto, hecho ascuas, royendo con fruición salvaje un hueso grande, grande. Escuché también tristes notas provenientes de un violín ejecutado por un hombre apoyado sobre una pared semi derruida; miraba hacia el infinito con la muerte en las pupilas.

Marzo 30. El sol se deja arrullar por las nubes grises y desaparece cobardemente.
Nuestra casa, nuestra manzana se han convertido en un montón de escombros. Estoy aún viva por pura casualidad. Mamá, consumida por la desesperación, (tengo entendido) desapareció con los mellizos y Anna, la pobrecita tal vez se encuentre por ahí, sometida a la rabiosa intemperie de ganarse la vida... He perdido contacto con todos. No sé nada de papá y Franz. La fábrica fue alcanzada y hecha polvillo. El olor en el refugio es insoportable. Presencié en él el alumbramiento de una niña. La madre sufrió mucho en la espantosa puja. Traer un niño al mundo hoy por hoy es una procacidad.

Abril 17 (creo) Perecer por hambre o bajo fuego de munición son las opciones más frecuentes para quien no tome precauciones y se exponga. Los aviones a baja altura vuelan en bandada como los mosquitos y cubren con su sombra la luz del sol. Los infelices que quedan a la aventura son barridos por la metralla. Nuestras necesidades las hacemos donde nos encontremos en ese momento, intentar otra cosa es perder espacio y eventualmente la vida. Con el tronar incesante de las bombas el ambiente se puebla de gritos, quejas y llantos. Lo poco que la gente trae para consumo personal es objeto de abusos y maltrato. Nos comportamos como animales, lobos impiadosos, implacables.
En determinado momento una mujer joven, entre empujones y codazos se abrió paso en busca de un espacio para sentarse. Lo hizo al lado mío. Tocada con un vistoso pañuelo sobre la cabeza no tendría dos o tres años más que yo. Rostro oval, boca roja de brillos acaramelados me sonreía constantemente con un pícaro dejo de desvergüenza. Había introducido algunas habas en el amplio espacio del bolsillo delantero del delantal. “Me llamo Ethel”, dijo. Me ofreció compartir su comida con una sonrisa maliciosa. Sus pechos eran voluminosos y firmes. No entendí enseguida el motivo de mi perturbación. Acercó un haba a mi boca introduciendo, además del alimento, parte de los dedos que acaricié suavemente con mi lengua. Dejó de lado su quehacer alimenticio deslizando por debajo de mi pollera sus manos rudas y cuarteadas. Mi sexo se estremeció y la besé apasionadamente.

Abril 30. Algunos almendros han florecido entre la muerte y la destrucción. Yo también lo he hecho de algún modo y he tomado habida cuenta de aquel deleite desconocido y la alegría que creí perdida y que me he propuesto disfrutar mientras perdure.

Mayo 21. 01:35 a.m.
El Ejército Rojo ha irrumpido antes que ninguno en la ciudad desmembrada, finalmente defendida por niños. Hincaron su roja bandera de triunfo en lo más alto de las ruinas del edificio del Correo. Se cuentan cosas espantosas acerca de su comportamiento con las mujeres. En la precaria construcción del inquilinato en la que vivo con Ethel las ventanas golpean con fuerza en los contrafuertes. He terminado como he podido un relato largo que habla de la magia de la naturaleza, insectos, peces, paisajes y el amor furtivo, huidizo y solapado.
La ciudad va retomando lentamente su ritmo. Oigo taconazos cerca, barullo de borrachos. Disparos al aire. Los soldados con su uniforme inconfundible derriban la puerta a culatazos…Ha llegado mi

LUIS ALBERTO GONTADE ORSINI
Derechos reservados
Agosto de 2011

miércoles, 17 de agosto de 2011

HELGA LIVIER Y LA ASUNCIÒN


Rafael Merida Cruz-Lascano en Poemas del Alma



Presentado por Poemas del Alma
HELGA LIVIER Y LA ASUNCIÒN



Agosto es fiesta mes de anunciación
mucha alegría por tu nacimiento
y nos llenas a todos de contento
los años que son una Bendición


En agosto Virgen de la Asunción
celebramos baile de zapateo
y en traspatio un alegre jaripeo
porque te queremos de corazón


Eres una estrella en este universo
allí quisiera detener los años
donde el calendario me deja inmerso


Las mañanitas son como peldaños
por donde pases, cada uno es un verso
que te enaltece en cada cumpleaños


August is festival month of announcement
very happy for your birth
and fills us all with joy
years that are a Blessing


In August, Virgin of the Assumption
celebrate dance footwork
and a gay rodeo in backyard
because we love you heart


You're a star in this universe
wanted to stop the years there
where the calendar let me immersed


Las Mañanitas are like rungs
through which passes, each is a verse
you exalt every birthday

Dr. Rafael Mérida Cruz-Lascan
“Hombre de Maíz”
Guatemala, C.A.
Agosto 2011

domingo, 7 de agosto de 2011

LA PRUEBA

Deslizábase zigzagueante rumbo a los labios entreabiertos. Una lágrima gruesa, tenaz, inusitada. Otra más menuda se desdibujó sobre la barbilla.
A través de las comisuras delgados hilillos carmesí goteaban incesantemente sobre la almohada entinta.
Movió la cabeza con lentitud, como asintiendo con pereza.
Balbucía incoherencias.
Fascinado por la abyección repasó con los dedos ambas filas de dientes opacos, aspirando repulsivamente el denso hedor de las piezas dentales corrompidas.
“¿Crees que no tengo sentimientos?”
Una mirada de hielo amarillento lo observaba ambiguamente. La mente conturbada creyó ver en esa expresión un sesgo de insolente simulación. Pestañeó confundido iniciando una inclinación de cabeza.
Bajó los párpados y apretó las mandíbulas. Presa de indomeñable excitación extrajo el fino puñal hundido en el abdomen y con ademán despiadado se lo volvió a hundir entre las costillas.
Un pringue viscoso se deslizó inmediatamente sobre el torso de la mujer semejando el movimiento de un cardumen de feroces peces encarnados en busca de otra presa.
Tecleó impíamente sobre la frente insensible de su víctima.
Extrajo el arma de hoja estrecha y opaca; la limpió cuidadosamente en el cabello de la occisa; vacilante repasó el filo sobre ambos antebrazos exangües sin herirlos.Se incorporó de la cama.
Del interior del saco abandonado con descuido sobre una silla cercana retiró una fotografía. Sujeta con dos dedos sobre una de las puertas del placard tajó una cruz sobre la cabeza de la ardiente mujer, acuclillada y con el miembro de su amante introducido en la boca. Con rigor homicida llevó el brazo hacia atrás. Odio y rencor impulsaron inconteniblemente la empuñadura.
Saltaron algunas astillas.
Se tomó la cabeza con ambas manos.
“Malditos…”.
El eco de la respiración entrecortada potenciaba sonidos roncos en el silencio del aposento.
Encendió nerviosamente un cigarrillo. Tras algunas bocanadas profundas se sintió con la mente más clara y ligera. Con ademán redundante aplastó la colilla en el cenicero. Debía hallar en algún rincón del cerebro un segmento que evidenciase claramente que ella debía morir para que él viviese.
La pestilencia de las axilas saturadas de sudor agrio y un escalofrío prolongado lo apartaron de sus cavilaciones.
Tras una pausa de indecisión se dirigió al baño; sin preámbulos enfrentó la luna del botiquín. La imagen miserable de aquellos ojos congestionados y ansiosos le produjo espanto. Se restregó la cara con agua.
Volvió a la estancia.
Un ímpetu desconcertante lo llevó a ocultarse detrás del cortinado del ventanal, como un niño perseguido jugado a esconderse de la mamá rezongona.
Lloraba en silencio; se alisó el pelo, introdujo la mano en el bolsillo. Coloco la vaina de cuero y su contenido contra la pared en la que estaba apoyado, aflojó los dedos.
“No es verdad…”
Transido y agobiado por la inquietante revelación del hecho criminal arrancó de un fuerte tirón el fino paño de satín recubriendo parcialmente con él el cuerpo yacente de la infortunada cuyos pies, demacrados y tiesos, exponíanse aún grotescamente.
Un relámpago de tragedia le cruzó por la mente.
Espió por la ventana; un avión lejano recortaba su estela vaporosa en el cielo celeste.
Caminó unos pasos hacia la cama, tomó con cuidado de los gélidos tobillos, no quería mancharse. Tras un golpe sordo dio con el cuerpo en el suelo. La criba de costras y rastros frescos de sangre le hizo vomitar por varios minutos. Tosió bilis y miedo convulso.
Abrió ampliamente los canceles de la ventana, absorbió con desesperación el aire frío de la tardecita. Dispuso el cadáver boca abajo; una amplia huella brilante delataba el tétrico remolque.
No sin esfuerzo lo izó nuevamente de modo que descansase con el cuerpo arqueado por fuera del borde externo de la ventana. El cuadro reproducía de algún modo la fantochada del detestable polichinela, machucado a palos por el “príncipe bueno” sobre el canto del retablo titiritesco
Con el dedo en el mentón sopesó la situación.
No satisfecho se aseguró de torcerle suficientemente el cuello hacia abajo a fin de dar la impresión al transeúnte alarmado que un curioso espectador, extravagante y arriesgado, se interesaría, con riesgo de su vida en el tráfico callejero varios pisos vista.
Asumió una erección incontenible. Trastornado, en el límite de sus fuerzas, terció la quijada exorbitando un grito angustiado.
En caída libre y con el cuerpo en zafarrancho su arbitrio, puesto a prueba por última vez, registró con horror la sucesión terrorífica de los ventanales ineluctables.


LUIS ALBERTO GONTADE ORSINI
Julio de 2011
Derechos reservados