sábado, 19 de diciembre de 2009

EL SUEÑO DE LOS REYES MAGOS- Pronto llegarán los Reyes, sed muy buenos..........


**Gaspar y Baltasar, son mis niños (ya hace muchos años de eso-- y que conste que me curre todos los disfraces yo solita, cosiendo, menos las pelucas claro)**

EL SUEÑO DE LOS REYES MAGOS
A primera vista, yo diría que un niño sin ilusión no es niño. Sin embargo, no puedo, ni tampoco es posible para nadie, afirmar textualmente esa frase inicial, porque, por desgracia -y debiéramos sentir vergüenza por ello- sí existen en el mundo muchos niños que carecen de ilusiones de ninguna clase. Tan perjudicial es insistir con esta bonita historia de los Reyes Magos a un niño que ya no cree en ella, como privarle de esa ilusión. Lo primero es absurdo. Lo segundo -además de poco adecuado- me parece una crueldad: Es matar en los pequeños la fantasía, el ensueño y la ilusión. Y -como las hojas caídas- "las ilusiones perdidas son ¡ays! desprendidos del árbol del corazón". (Espronceda).

Quitar a un niño la posibilidad de soñar, es como despertarlo de un sueño fantástico. Y lo más grave del caso, es hacerlo molestos porque nosotros, los mayores, hemos perdido la capacidad de imaginar ilusiones. La realidad o la irrealidad de un sueño, no depende de lo soñado, sino de la aptitud de quien sueña. Por eso, para los niños los sueños siempre son reales...


La verdad del tema de los Reyes Magos es.......... ¿Qué verdad? ¿Acaso la inocencia no es verdad...? De todas formas, afirma el dicho: "nada es verdad ni mentira, todo depende del color del cristal con que se mire". Y... ...........el color del cristal con que miran los niños siempre es rosa. Es la edad de la inocencia. Todo es verdad para ellos, pues no
necesitan hacer distinción entre sueños y realidad.




Los niños de nuestra historia relacionada con los Reyes Magos eran hijos del matrimonio Martínez. Eran como cinco angelitos, revoltosos, pero angelitos. Todos estaban entre uno y ocho años de edad.
Hoy es poco habitual hallar familias tan numerosas. ¿Por qué...?
Por fin, en el colegio, llegaron para los niños mayores las esperadas vacaciones de Navidad.
La Navidad es esperada por todos, pero la esperanza es un patrimonio especial de los niños. También, para los menores cerró sus puertas la guardería. Navidad es para estar juntos en familia. En casa, ¡vaya lío! Cuando no chillaba el uno, gritaba otro, o lloraba un tercero. Y si no, todos alborotaban a la vez.

- ¡Harta, me tenéis harta! -gritaba desesperada la Sra. Martínez.

Ya no sabía qué hacer para calmar a los niños. Tenía un largo repertorio de exclamaciones para estos momentos: -¡Estaros quietos!. -¡Esto es una casa de locos!. -¡Nos van a echar los vecinos!. -¡Vaya escándalo!. -¡No puede ser!. -¡Parece la guerra!.

Pero luego, tras esta última exclamación, siempre pensaba arrepentida:
"¡Ojalá todas las guerras fueran tan inocentes como ésta!"

Llegó, como todos los años, la hora de escribir a los Reyes Magos. Como en Navidades anteriores, el encargado de expresar los deseos de los niños fue el mayor de los hermanos, Manolín. Y -con la recomendación de no poner faltas de ortografía-, actuaba en su encargo bajo la tutela y sugerencias de mamá. La carta -escrita en el papel adecuado que venden para tal fin- decía así:



"Queridos Reyes Magos:

Os escribo por todos mis hermanos. Ellos son más pequeños que yo y algunos no saben ni siquiera escribir. Mi madre dice que pedir no cuesta nada. Pero, también dice que no pida mucho, porque podéis enfadaros y no traer nada.
Queríamos un balón de fútbol y otro de goma. También mis hermanas quieren dos muñecas. Dice mi madre que a los Reyes no hace falta encargarles ninguna marca, porque los Reyes lo sabéis todo. Y Serafín pide una bicicleta pequeña. Como mi hermano es "un trasto", la dejó en medio de la calle y se la pilló un coche.
Ahoratiene las ruedas "como un ocho", y dice mi padre que no es posible arreglarla. Dice mi madre que no hable mal de Serafín. Y también dice que traigáis las cosas, ya se encargará ella de repartirlas. Bueno, si sois generosos, podéis traernos también un tren de juguete.
Dice mi madre que no me olvide de poner ¡Feliz Navidad!".
(Manolín).


La noche de Reyes es mágica para todos los niños. ¿Quién no tiene alguna noche de Reyes grabada en el recuerdo? Por lo menos, ¿quién no ha sido niño? ¿Quién no ha soñado alguna vez con esa noche...?.
Los pequeños Martínez estaban más nerviosos que de costumbre. Apenas cenaron y no tenían ninguna prisa por acostarse.
Era como si el sueño de todos los días -el mismo que siempre pesaba en los niños hasta dejar alguno dormido antes de ir a la cama- aquella noche no existiera.

Ya en la habitación de los niños, estaban sobre una alfombra preparados los zapatos. Aquella noche el calzado brillaban más que nunca. Eso les pareció a los pequeños. Sacaron esa impresión, porque, aquella noche, los zapatos fueron el objetivo principal de sus miradas. De todas formas, eran algo ciertas las impresiones de los niños. Los zapatos siempre habían estado brillantes, pero, para esta ocasión, la Sra. Martínez había puesto en ellos un toque muy especial. Sin embargo, en tan buena disposición, la mamá, con el ajetreo del día, había olvidado de colocar junto a los demás zapatos el calzado del niño más pequeño.

Él no podía darse cuenta de esta ausencia, pues todavía no comprendía aquella situación. Los demás niños estaban tan fuera de sí con la ilusión, que tampoco advirtieron la falta.

Los niños se empeñaron -con insistencia y todos a la vez- en dejar la ventana abierta.
"¡Cómo se puede quedar de par en par la ventana una noche de enero! ¡Imposible!" -pensó la mamá temiendo que sus hijos cogieran un resfriado.
- ¡Cogeríais catarro! Vale con que se quede abierta la persiana -exclamó la mamá.
A causa de esta petición de los pequeños y, para tranquilizarlos, la Señora Martínez contó a sus hijos que los Reyes pueden traspasar paredes. Entonces Serafín -el más despierto de todos los hermanos- se acordó de una escalera para subir hasta la habitación (pues vivían en un tercer piso) y expuso la cuestión. Y la mamá -con la paciencia que sólo tienen las madres- les relató una historia de camellos que vuelan.



- ¡Jo!, yo creía que los camellos tenían joroba, pero no tienen alas para volar -replicó Serafín al instante.
- Bueno, vuelan sin alas -improvisó una contestación la mamá muy sorprendida, porque cuando refirió lo de los camellos voladores no había contado con la difícil cuestión que le iban a plantear sus hijos.

Pero siguieron las preguntas. ¿Y...? ¿Y...? ¿Y...?
- Son Magos y se acabó, lo pueden todo. Y ahora a dormir, que para eso es la noche, y hasta el sol se acuesta -dijo la mamá con la cara más seria. De no haberse mostrado así de severa, sus hijos se habrían pasado la noche preguntando.
Los niños estaban nerviosos. Sobre todo, a los hermanos mayores que se daban más cuenta de la situación, se les notaba una excitación especial. Aquella noche, tardaron en dormirse más de lo habitual. ¡Qué recuerdos!. Estoy seguro que esto mismo nos ha pasado a todos. Los
niños querían ver, despiertos, a los Reyes. En esa ilusión consistía la ausencia de sueño. Pero, rendidos por el cansancio acumulado durante el día, se cerraron sus párpados a pesar de la resistencia y se durmieron.

Entonces comenzó el bello sueño:


Entraron los tres Reyes Magos. Nadie sabe cómo ni por dónde penetraron en el dormitorio. Simplemente aparecieron. Eran los mismos del año pasado.


Por ellos no pasa el tiempo. Los Reyes no cambian. Traían las mismas vestiduras de sedas de colores con adornos de piel de armiño en sus capas. En sus cabezas lucían relucientes coronas de oro llenas de piedras preciosas incrustadas. Dos de ellos tenían barba blanca. El otro Rey era negro y parecía mucho más joven que sus compañeros. ¿Tal vez era la ausencia de barba quien le daba apariencia de juventud?

Todos los Reyes son simpáticos, pero de los tres, el negrito -como a todos los niños- también a ellos les inspiraba más simpatía. Hasta -recordando las palabras de la mamá-, a través de los cristales de la ventana y con las estrellas de fondo, vieron la silueta de la cabeza de un camello volador.



Sólo el Rey Gaspar llevaba bolsa para distribuir los regalos y sacaba de ella cajas y más cajas. Parecía un saco mágico que nunca se vaciaba.

Sacó muchos más paquetes que regalos habían pedido los niños.
Baltasar -el simpático negrito- pareció olvidarse de que era Rey Mago. ¿La razón de la apariencia del olvido?: Contaba por los dedos, como lo hace un niño que no entiende de cuentas. Lo hacía repetidamente. Sumaba una y otra vez, cual si no supiera contar o hubiera hallado un problema superior a su mente. Después, se llevó el índice a la boca para pedir de esta forma silencio al Rey Melchor. Y seguidamente, susurró unas palabras al oído de su compañero.

Tampoco Melchor supo resolver aquella cuestión expuesta por Baltasar en la que ni siquiera había reparado. Gaspar, mientras tanto, seguía muy activo
extrayendo cajas de su saco mágico.

Los dos desconcertados Reyes le llamaron inmediatamente por señas para consultar con él la dificultad.
Como si hubieran descubierto algo grave, se pusieron a deliberar. Hablaban los tres Reyes muy juntos. Conversaban en voz baja y con las cabezas casi pegadas. Guardaron muy bien la quietud del dormitorio.
Adoptaron las debidas precauciones para no despertar a los pequeños con su conversación. Por fin, hallaron una solución al problema. Pero... ¿qué pasaba...?: Simplemente ocurría que el Rey Baltasar había descubierto la existencia de un niño más que pares de zapatos.


Los Reyes siempre tienen soluciones para todo. "Para eso son Magos" -les había dicho la mamá a la hora de acostarse-. Buscaron en su saco mágico una caja de zapatos nuevos, de por estrenar. Seguidamente, la dejaron con sumo cuidado en la alfombra junto a los otros calzados. Y después, desaparecieron misteriosamente. Nadie supo cómo se marcharon. Se fueron de la habitación de la misma forma que llegaron.

Los pequeños durmieron de un tirón hasta el amanecer. Así lo hacen todos los niños. ¡Qué suerte tienen! ¡Cuánto me agradaría a mí dormir así!.
Despabilaron su adormecimiento a la mañana siguiente. Se despertaron un poquito antes de la hora de costumbre.
Se ve claramente que aquella noche durmieron con una preocupación, con un deseo y con una esperanza... Y, cuando despertaron, poco después del amanecer, -llenos de ilusión e intensa emoción- dirigieron inmediatamente sus ojos hacialos regalos.

Allí, sobre la alfombra, estaban todos los juguetes metidos en sus cajas envueltas en papel de regalo y adornadas con lazos de colores. Y también, también estaban los zapatos nuevos para atestiguar todo lo sucedido esa noche.

Los niños nunca olvidarán su sueño. Porque, soñar es tan bonito y necesario que, a veces, nadie querría despertarse, o, por lo menos, cualquiera desearía que sueños tan bellos como éste de los Reyes Magos tuvieran lugar todos los días...


Montaje y recreación:



Música:
Los Reyes Magos - Tatiana

jueves, 17 de diciembre de 2009

AQUELLAS GOTAS




Aquellas gotas oscuras
que caían lentamente
por paredes maltrechas
de desvelos y ausencias…
hasta convertirse en un torrente
de penas.

Aquel agua que corría
a raudales
uniendo sus vías
formando canales
de gastados días.

Aquel lago de cristal
que se formó
aquel sabor acre
aquel humo y aquel olor
¿sabes?
¡eran mis lágrimas de dolor!.

viernes, 4 de diciembre de 2009

LEYENDAS DE FLORES NAVIDEÑAS

Leyendas de flores navideñas

Las flores constituyen un adorno delicado y hermoso en la celebración de Navidad. A algunas de ellas se las relaciona específicamente con esta festividad, y en torno a las mismas han surgido tiernas leyendas que les dan una importancia especial.

LA ROSA DE NAVIDAD

Cuenta la Leyenda que……


(Pastorcilla- Emile Munier)

Una pastorcilla ayudaba a cuidar el rebaño de su familia, en unos campos cercanos a Belén.
Buscaba una pequeña oveja que se había extraviado y subió por una ladera. Al mirar hacia abajo, advirtió mucho movimiento entre los otros pastores y vio como se apresuraban en dirección al pueblo.

Temiendo alguna desgracia, la niña bajó corriendo a preguntar que pasaba y a dónde iban con tanta prisa. Un pastor que conocía le contestó:

-Vamos a ver al Niño que ha nacido en un establo en Belén. Ya estuve allí esta noche pasada y pude ver que es realmente el Hijo de Dios. Ahora voy a llevar a su Madre una taza de miel.

Y la niña vio que todos los pastores que iban hacia el establo llevaban algún pequeño obsequio en sus manos; quién un poco de queso, quién un trozo de pan, quién una jarra de leche. ¡Y ella no tenía nada...! Quería ir a ver el Milagro, quería ver al Niño, pero no quería ir con las manos vacías. Su padre ya había recogido toda la leche, ella se había comido todo el queso y el pan que le dejaron para el almuerzo... No, no tenía nada que llevarle y le daba mucha pena y mucha vergüenza no poder hacerle una pequeña ofrenda.
Y se sintió tan acongojada que no pudo evitar que las lágrimas corrieran por sus mejillas.

Y entonces una luz muy brillante apareció ante ella y oyó una voz dulce y serena que le decía:

-Ven conmigo…….
Y la luz se acercó a una gran roca y allí, junto a la piedra, surgiendo de la nieve, había una preciosa planta cubierta de flores blancas


* * Eléboro (Heleboro) Rosa de Navidad* *

La niña gritó de alegría; ¡Ya tenía un regalo que llevar al establo! Recogió las flores tan deprisa como pudo y con ellas en la mano corrió hacia el Portal y con una gran sonrisa, se las entregó a María.


Y el Niño Dios también le sonrió a ella desde su cuna de paja


(Esta rosa florece en invierno en las montañas de Europa Central y se la conoce popularmente como “rosa de Navidad”.)




LA POINSETTIA

Cuenta una leyenda que Diego, un niño muy pobre, asistió a la misa de Navidad. Sus ojitos recorrieron el templo y quedaron admirados por la profusión de flores bellas que, como homenaje al Niños Jesús, los fieles iban depositando al pie del pesebre.



Lo invadió un deseo vehemente de poseer una para entregar él también. Un sueño inútil, ya que su extrema pobreza le impedía adquirir siquiera una flor.
Rezó con fervor y se acercó con las manos vacías y pena en su corazoncito inocente hasta el pesebre. Una vez allí se arrodilló y pidió disculpas.
Imprevistamente surgió en sus manos una flor desconocida con forma de estrella. Era muy hermosa. Temblando de emoción el niño la depositó y en ese preciso momento comenzaron a repicar campanas aportando alegría metálica al milagro acaecido.



No son pocos los que asocian esta flor a la Estrella de Belén y es por esto que adornan sus hogares con ella en época de Navidad.


(La flor que en Argentina se conoce con el nombre de Estrella Federal se llama Poinsettia y es oriunda de México)


Montaje y Recreación:


Leyenda- Las arañanas de Navidad




Hace mucho tiempo, en un pueblecito allá en las montañas, iniciaron los preparativos para la Navidad y como era costumbre, todas las mujeres se pusieron, escoba en mano,a limpiar y limpiar hasta dejarlo todo reluciente para cuando llegaran las esperadas fiestas Navideñas







En una de las caras habitaba una araña que tenia instalado su nido en las vigas del comedor. Viendo temerosa que las escoba se acercaba peligrosamente donde estaban sus pequeñas hijas, las llamo a todas y se las llevo un poco mas arriba, donde
habia un pequeño hueco entre ladrillos y que casi no era visible.





Allí estuvieron escondidas varios días, hasta que una noche vieron algo asombroso, en el comedor había brotado un árbol centelleantes de luces y lleno, desde la raíz a las puntas de toda clase de cosas brillantes y deliciosas.”





Las pequeñas arañas estaban muy impacientes y solo querían ir hacia el árbol, pero la mama araña no les dejó acercarse a él, hasta que en la casa solo se oyó el silencio.



Entonces las arañitas se deslizaron por sus hilos y bajando hasta el árbol para ver de cerca todas aquellas maravillas. Se pasearon arriba y abajo mirándolo todo, tocando los adornos con sus patas y dando tantas vueltas que, al final, todo el árbol quedó envuelto en una gran masa de
telarañas y había perdido todo su esplendor.









"Justo aquella noche era la noche en que Santa Claus llegaba a las casas para dejar sus regalos”. Se rió mucho viendo lo felices que eran las arañas, pero también sabía que los niños se pondrían tristes cuando vieran su árbol tan sucio y gris.





Así que les preguntó si querían quedarse en el árbol para siempre. Algunas dijeron que sí y otras decidieron volver a su nido. Santa Claus sopló sobre el árbol y, las que quisieron quedarse, se convirtieron en arañitas doradas y sus hilos en bonitas y brillantes guirnaldas que colgaban de
las ramas del árbol, haciendo que éste fuera aún más bonito.







Y esa es la razón por la que muchas personas ponen arañas y guirnaldas doradas en los árboles de Navidad.







Montaje y recreación: