lunes, 26 de agosto de 2013

ASÍ NACIO UN CONTINENTE… EL ORIGEN DE EUROPA – 1ªParte

Según la Mitología Griega,  Europa existe por un flechazo de amor que dio lugar a las primeras sociedades del continente: La Minoica y la Micénica.

En los comienzos de Europa pugnaron dos patrones diferentes de civilización…
Uno matriarcal y pacífico, más antiguo, cuyas raíces pueden verse todavía hoy en los restos minoicos de la isla de Creta.
Otro patriarcal y violento, simbolizado por Micenas, la patria del rey que atacó Troya al frente de un ejército plagado de héroes que la literatura ha hecho inmortales.

Pero, mucho antes de todo eso, el mito nos cuenta que Europa era hija de Agénorrey de Tiro, ciudad fenicia situada en la costa de Siria.
Una tarde, mientras jugaba con sus amigas en la arena de la playa, el gran dios Zeus la entrevió por un instante, recortada entre los flecos de dos nubes. Deslumbrado por aquella belleza, suspendido del cielo como un águila, fijó su mirada en el hermoso cuerpo de la muchacha.


Todo empezó por un arrebato de pasión…

            Adoptó entonces Zeus la forma de un hermoso toro blanco de cuernos de luna creciente y apareció en la playa con gesto mando y ojos confiados. Avanzó hacía el lugar en que la sorprendida Europa estaba sentada y se tumbó a su lado, rozándola con su blanco lomo.

            Ella acarició la testuz del animal, rodeó con sus dedos los cuernos suaves y, ante el asombro de sus amigas, se encaramó, incauta, a su lomo y se tumbó sobre él como si fuera el lecho de su amante.

            Entonces el toro se levantó y se lanzó al mar con la aterrorizada Europa asida a sus cuernos. Navegó con ella entre las olas hacía el sol de poniente, hasta que por fin llegaron a una costa desconocida, abrupta y solitaria. Europa no sabía que estaba pisando la tierra de Creta.

            Una vez allí, en la ciudad de GortinaZeus se unió a la doncella a la sombra de un plátano, dejando en ella la semilla de un triple embarazo, los primeros hijos de Europa
Radamantis, Sarpedón y Minos que instalado en Cnosos, la ciudad más importante de la isla, habría de dar su nombre a la cultura minoica, antecedente inmediato de la primera civilización genuinamente europea.

El mito hace descendientes a los europeos, de una inmigrante asiática, llevada a la fuerza hasta las costas de Creta, el lugar donde, (se dice…) empieza la historia de Europa en un sentido profundo.

Es muy difícil establecer en el tiempo el origen de la civilización minoica. Quizá su historia en Creta comenzó en los albores del año 3200 a.C., en el llamado “período minoico antiguo” o “prepalacial”, con la llegada a la isla de algunos grupos humanos procedentes de Anatolia y/o Siria y Palestina.
Entre los años 2000 y 1700-1600 a.C. el registro arqueológico detecta cambios significativos en la construcción de los primeros palacios, singularmente en Cnosos, Festos y Maliá. Este período ha sido llamado “minoico medio” o “protopalacial. Y entre los años 1700-1600 t 1050 a.C. se desarrolla el último período de la civilización minoica, llamado “minoico reciente” o “palacial”. El dato más relevante de esta fase es que en torno al año 1450 a.C. el trono del palacio de Cnosos -del que hay una copia de madera en la Corte Internacional de la Haya-, es ocupado por un monarca que ya no es minoico.

Un pueblo sin enemigos...
 
Los habitantes de Creta evolucionaron de tal manera que dieron lugar a un pueblo que sigue impresionando hoy por la belleza de sus restos y el refinamiento de algunos de sus edificios, a los que la historiografía moderna ha llamado, y con razón, palacios.
En el más importante de ellos, el de Cnosos, los griegos situaron al rey Minos, hijo de Europa, y en sus laberínticos sótanos al Minotauro, el monstruo nacido de los extraños amores de Pasífaeesposa de Minos, con un toro enviado desde el mar por el dios Poseidón.

Pasifae

            Un rasgo que caracteriza a todos los palacios de la isla es la ausencia de murallas. Durante todo el desarrollo de la civilización minoica, los habitantes de Creta consiguieron, a diferencia de lo que ocurría en el resto del continente, hacer funcional y cotidiana una convivencia pacífica.

Los Monoicos, quienesquiera que fueran, nunca se vieron amenazados hasta el punto de tener que construir murallas para defenderse.

Las implicaciones que este hecho tiene son verdaderamente inquietantes, pues llevan inevitable-mente a preguntarse uno mismo, si una civilización puede alcanzar altos grados de desarrollo sin verse implicada en prácticas de guerra. Y si eso es cierto, la siguiente pregunta ha de ser por qué razón, pues, la guerra se generalizó después como una solución habitual, mantenida hasta nuestros días.

Minos, el dominador de los mares…
Rey Minos

Pues bien, la realidad histórica de una Creta pacífica resultó casi inasumible para los propios griegos, que intentaron justificar este hecho con suposiciones más o menos fundadas.
La más afortunada de estas suposiciones es la que aventuró Tucídides, el gran historiador y militar ateniense del siglo V a.C., cuando hizo la siguiente afirmación:
“Minos fue, de entre todos de quienes conservamos recuerdo, el primero en hacerse con una escuadra. Dominando la mayor parte de los mares griegos, gobernó sobre las islas Cíclades y llegó a ser el primer colonizador de la mayor parte de ellas”

Este texto ha servido de base a toda explicación sobre la ausencia de murallas en Creta: el dominio del mar, la llamada talasocracia minoica, hacía innecesarias las murallas en tierra. La verdadera muralla de Cnosos era el mar, vigilado por su poderosa flota.

A pesar de que no pocos historiadores han abrazado la teoría con entusiasmo, no hay una sola prueba que la avale. De hecho, a pesar del mar y de la supuesta flota monoica, en el año 1450 a.C., tal como  ya indique antes, el monarca de Cnosos no era minoico sino micénico, es decir griego.
En efecto, ¿cómo podría ser el mar un obstáculo para hombres que empleaban la palabra  póntos, (puente), para designarlo? ¿Cómo podría el mar impedir que quienes lo consideraban un puente entre islas, transitaran por él con la conciencia de que, al navegar, recorrían los territorios de su propia patria?.

El fin de un modelo pacífico

Además, en perfecta coherencia con la ausencia de murallas, todos los hallazgos materiales minoicos parecen alejarse de la estética de la guerra o del guerrero: no hay armas, no hay representaciones de batallas ni escenas de combates; al contrario, la decoración de los palacios y de los vasos de cerámica nos muestran escenas de la naturaleza; delfines, pulpos, algas, y singularmente, serenos paisajes submarinos, acciones de caza y pesca, composiciones relacionadas con las estaciones, toros con lo que juegan hombres y mujeres.  Representaciones, en suma, en las que la guerra está irremediablemente ausente.

Junto a todos estos hallazgos, hay un vacío especialmente notable: la figura del guerrero. Ninguna de las imágenes masculinas que nos ha regalado el arte minoico tiene algo que ver con el modelo de héroe que saturará toda la iconografía del arte europeo posterior, sea cual sea la época.
Por el contrario, lo que registran los hallazgos arqueológicos es la presencia de una estatuilla pequeña que representa a una mujer con los pechos desnudos. Tiene dos serpientes en las manos y un felino sobre su cabeza. La ciencia historiográfica la ha llamado Señora de las fieras. Quizá esta mujer sea el símbolo de una civilización caracterizada por una ausencia, la guerra, y dos presencias: la mujer y un tipo de hombre muy alejado del prototipo del guerrero.

En la isla de Creta están las pruebas de un modelo de vida pacífico que, como decíamos, no logró perpetuarse. Al contrario, fue sustituido para siempre por otro modelo radicalmente distinto que estableció los patrones de conducta (masculinos y femeninos) que han caracterizado hasta el día de hoy a la llamada civilización occidental.


FIN DE LA 1ª PARTE




Fuente: Muy historia nº 36- Bernardo Souvirón   
Montaje y recreación: Geli

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